Cuando me encontraba en el tren de regreso a Paris desde Châteaudun el último 14 de febrero ni me imaginaba la sorpresa que me esperaba. El trabajo había sido duro. La primera aventura en la nueva disciplina. Tres días de machacarme las manos, doblarme la espalda, cagarme soberanamente de frio y descubrir musculos en el cuerpo que no sabía que existían. Descubrí que no solo existen, también duelen. Si bien el viaje es corto, el tren se me hacía largo y pesado. Pero llegué...beso en la Gare de Austerlitz y chau...al metro apurado para alcanzar el objetivo original que nos habíamos fijado con Dany: comprar entradas como sea para ver a Neil Young que tocaba en el Grand Rex esa misma noche y la siguiente.
Primera sorpresa, Dany estaba en el departamento esperandome. Raro, no era lo acordado. No le dí mucha importancia ya que no es la primera vez que vuelve mas temprano asi que salimos juntos, otra vez al metro, y al teatro a ver qué encontramos en la reventa. Teníamos un presupuesto mas o menos premeditado al que ajustarnos y la determinación de resignarnos si no lograbamos nada dentro de los parámetros fijados. Iba a ser duro, lo sabíamos.
Saliendo de la boca del metro en la estación Poissonnière me lo dice..."ya te compré una entrada por e-bay". Mi reacción tardó en llegar pero enseguida me dí cuenta de la magnitud del gesto de Dany. De ninguna manera iba a permitir que ella se quedara afuera. No importaba el precio...hasta que me contó cuánto le costó la privilegiada ubicación que con tanto desprendimiento compró para mi (no vale la pena dar cifras). Solo era cuestión de encontrar alguien que vendiera alguna que se ajuste al presupuesto, ya bastante desequilibrado. La cosa era entrar. Pero primero lo primero. Hay que encontrar al kia de e-bay para finalmente hacernos de la entrada y si insiste, pagarle.